lunes, 31 de diciembre de 2012

José Ingenieros

Experiencia e imaginación siguen vías paralelas, aunque va muy retardada aquélla respecto de ésta. La hipótesis vuela, el hecho camina. A veces el ala rumbea mal, el pie pisa siempre firme. Pero el vuelo puede rectificarse, mientras el paso no puede volar nunca.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Ahora


Y abajo
hay más tierra
y más agua
y abajo
hay fuego
un fuego
poderoso
y verdadero
un fuego fiel
que marca
tu piel.
No hay un
antes.
Hay siempre
un después.

domingo, 21 de octubre de 2012

Comparaciones


Si la Tierra tuviera el diámetro de una pelota de básquet, la Luna sería del tamaño de una pelota de tenis, rotando a seis metros.
Si el Sol fuera como una bola de bowling, la Tierra sería una bolita de menos de 1 cm de diámetro, a veinte metros de distancia.
Si el Sol midiera como un grano de arena, la estrella más cercana, en la galaxia de Andrómeda (otro grano de arena), estaría a seis kilómetros de distancia.
VY Canis Majoris es la estrella más grande conocida hasta el momento. Está en la constelación Canis Major, a 5.000 años luz. Si estuviera en el sistema solar, ocuparía hasta la órbita de Saturno.
Si el núcleo de un átomo (compuesto, como mínimo por un neutrón y un protón) midiera como una cabeza de alfiler y estuviera flotando en medio de la cúpula de la iglesia de San Pedro, la nube de electrones que lo rodea ocuparía los cien metros de volumen de la cúpula a su alrededor.

martes, 18 de septiembre de 2012

Biografías


Cristinista, marketinero y orador. Ora por aquí, ora por allá. Por su prosa punzante es conocido como El Punzante. Apoyó el Proceso, el Mundial y la guerra de Malvinas. Por ello, se lo conoce como El Intragable.
No se sabe si vende droga o lo mantienen sus padres. Por eso, hay quienes lo llaman El Ñoqui. Tiene algo a favor: carece de faltas de ortografía. Por eso, en la comunidad literaria es conocido como el Ñoqui Punzante Intragable.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Mensaje en una vidriera

delante
hoy es
hoy es el
         adel
hoy es el día
adela


Banco Francés, sucursal Villa La Angostura

lunes, 3 de septiembre de 2012

viernes, 31 de agosto de 2012

Placeres

14 años
En la terraza de mi casa (que no tenía terraza! había que subirse a la medianera, saltar y treparse empujándose con los pies en la pared), mediatarde de invierno, leyendo y comiendo mandarinas. Frescas, dulces, jugosas. Un sabor absolutamente irrecuperable.

Hace dos días
Colectivo. Ventanilla con montañas móviles. Lectura. Maníes con chocolate.

jueves, 16 de agosto de 2012

Retiro


La noche ya vive aquí.
Afuera, el sol lanza sus últimos rayos, resbalando lentamente por los edificios sucios. Los autos traquetean lentamente, despidiendo un humo negro que se mezcla con la humedad.
Llovizna; y el gris de las construcciones es el telón de fondo móvil de la gente. El invierno hizo una pausa  y, por algunas horas, la temperatura subió unos grados, lo que provocó que se renueve el permanente olor a sudor que impregna las paredes, las molduras, las altas cariátides que sostienen los techos.
Las palomas ya duermen, refugiadas en los canastos de alambre que protegen los enormes globos que iluminan el hall, y sus cuerpos acurrucados tapan la ya de por sí mala luz que brota de allí.
Veinte metros debajo de ellas, gente que corre, sombreros que caen. Niños, grises como sus padres, que lloran en silencio, chupándose los mocos.
Por un altavoz anuncian la salida del próximo tren. La multitud, como ganado apenas inteligente, se dirige lentamente al andén.
Es tarde para todo. Tarde para volver al trabajo. Tarde para ir a casa. Tarde para comer. En esta ciudad es tarde para ser feliz.
Camino buscando el boleto en el bolsillo del impermeable. Miro las miradas perdidas, los titulares del diario, los guardias de la entrada.
El altavoz vuelve a prepararse para hablar. Una carraspera metálica que se expande por todo el lugar. Las palomas duermen.
La multitud aguarda, casi expectante. Casi, porque esperar algo es intuir que algo distinto puede pasar. Y, de todas maneras, seguramente no será nada bueno.
B48157517.
Mi tatuaje.
Mi número.

lunes, 13 de agosto de 2012

Nada anda


Cuando te abracé
te perdí para
siempre
ahora soy una
coma
suspendida
en coma
y vos un
punto final
punto y coma
sueño y final
dos puntos
espacio
infinito
y nada detrás.

domingo, 5 de agosto de 2012

Es tan que


Pájaros negros que vuelan de noche
atraviesan la oscuridad
Si no hay un resplandor
Cómo los estoy viendo?
Sombra sobre sombra
y sobre –o debajo- como peces
Los pájaros
Un sueño que se va volando
lejos
silueta silencio
en esta noche sin límites.

jueves, 24 de mayo de 2012

Un pez


Un pez, dos peces
nos contamos
coartadas perfectas
mientras el día
pierde su forma.
Y un mundo de
reflejos
nace entre las sombras
Sos vos?
O es sólo mi deseo?
Tan chiquita
que te veo entre mis dedos
te regalo
un montón de papelitos
porque
mi amor
no cabe en uno solo.

viernes, 11 de mayo de 2012

Poesía de taller


Algo
entre tus ojos
y tu corazón.
Sabe. Busca.
Un rayo de luz
una cuenta pendiente.
Te diste vuelta.
Aunque no siempre estás aquí.
Todo gira
y no lo ves.
Hasta que llegue el sueño
o atravesemos el mar
es mejor cantar
es mejor sentir
y dejar un rastro
en la arena
una huella
que se vea desde la luna.
Allá, al fondo de todo
todo gira
y no lo ves.
Todavía te extraño
por las noches
cuando miro las estrellas
pero sé que un cometa
también es una piedra
en el camino.
Todo gira
Y no lo ves.

lunes, 23 de abril de 2012

El ahogado

Lo descubrieron una tarde de abril. Lo delató la nube de insectos, flotando a un palmo del río. Todavía conservaba sus ropas, florecidas de su estancia submarina. Nadie lo conocía, pero todos creían recordarlo.

Su cuerpo, robusto como un niño ballena, sonriente y húmedo, se obstinaba en permanecer flotando. No quería abandonar el agua.

Durante horas, una escuadra de buzos y bomberos trabajaron para retirarlo, hasta que finalmente, al abrigo de los reflectores municipales instalados no tanto para iluminar el rescate como para enmarcar la feria que ya se había formado en las inmediaciones del muelle, lograron retirarlo.

Aunque a esa hora, ya había pasado a ser casi anecdótico. La fiesta estaba en su apogeo y a nadie le importó dónde habían dejado el cuerpo, si en la morgue, el hospital o el cuartel. Rodeados por la muchedumbre cordial, todos se dejaban abrazar y festejar al calor de las copas hasta el amanecer, olvidados del origen de la fiesta.

Muchas horas después, el sol ya alto en el cielo, hubo quienes fueron despertados por sus hijos, hambrientos; o por el incendio de las tres de la tarde, sofocante entre las sábanas, que volvía transparente el aire entre los malvones del jardín.

De a poco fueron recordando la noche anterior, y, entre las sonrisas que afloraban con dulces recuerdos de vino y abrazos, de pronto llegó también la imagen del ahogado.

Vamos a ver al ahogado! Gritaban los niños, corriendo entre los perros, abriendo camino a la procesión que se encaminaba al hospital.

Y lo buscaron. Revisaron las camas, los armarios y el estacionamiento. Lo buscaron en el cuartel, extrañados de su ausencia, y pensaron que un bromista ocultó el cuerpo. En vano pretendieron ubicar la inequívoca huella de agua que delatara su rastro.

Nada.

Nada por ningún lado. Primero ahogado, luego esfumado sin haber sido identificado.

Sin reponerse aún de la sorpresa, y barajando todavía las hipótesis más disparatadas que explicaran la desaparición, fueron sorprendidos por los gritos de un niño que jugaba en el muelle.

Allá! Miren allá!, sonreía apuntando con su brazo, flaco y largo. En sus saltos de alegría, casi pierde una zapatilla. Los viejos no querían mirar, para reforzar su incredulidad. Pero la curiosidad pudo más, y de a poco, fueron entornando la mirada en la dirección apuntada.

Al principio parecía que no, pero los minutos pasaban y la marea lo iba acercando lentamente, como en una procesión, a la orilla; y cuando se acercó lo bastante, por fin pudieron reconocerlo, flotando otra vez, feliz en su medio.

lunes, 27 de febrero de 2012

Espantapájaros

En cualquier parte donde nos encontremos, a toda hora del día o de la noche, ¡miembros de la familia! Parientes más o menos lejanos, pero con una ascendencia idéntica a la nuestra.
¿Cualquier gato se asoma a la ventana y se lame las nalgas?... ¡Los mismos ojos de tía Carolina! ¿El caballo de un carro resbala sobre el asfalto?... ¡Los dientes un poco amarillentos de mi abuelo José María!
¡Lindo programa el de encontrar parientes a cada paso! ¡El de ser un tío a quien lo toman por primo a cada instante!
Y lo peor, es que los vínculos de consanguinidad no se detienen en la escala zoológica. La certidumbre del origen común de las especies fortalece tanto nuestra memoria, que el límite de los reinos desaparece y nos sentimos tan cerca de los herbívoros como de los cristalizados o de los farináceos. Siete, setenta o setecientas generaciones terminan por parecernos lo mismo, y (aunque las apariencias sean distintas) nos damos cuenta de que tenemos tanto de camello como de zanahoria.
Después de galopar nueve leguas de pampa, nos sentamos ante la humareda del puchero. Tres bocados... y el esófago se nos anuda. Hará un período geológico; este zapallo, ¿no sería un hijo de nuestro papá? Los garbanzos tienen un gustito a paraíso, ¡pero si resultara que estamos devorando a nuestros propios hermanos!
A medida que nuestra existencia se confunde con la existencia de todo cuanto nos rodea, se intensifica más el terror de perjudicar a algún miembro de la familia. Poco a poco, la vida se transforma en un continuo sobresalto. Los remordimientos que nos corroen la conciencia, llegan a entorpecer las funciones más impostergables del cuerpo y del espíritu. Antes de mover un brazo, de estirar una pierna, pensamos en las consecuencias que ese gesto puede tener para toda la parentela. Cada día que pasa nos es más difícil alimentarnos, nos es más difícil respirar, hasta que llega un momento en que no hay otra escapatoria que la de optar, y resignarnos a cometer todos los incestos, todos los asesinatos, todas las crueldades, o ser, simple y humildemente, una víctima de la familia.

lunes, 2 de enero de 2012

Periodista

Hace poco, Pablo me dijo que quiere estudiar periodismo. Es curioso. Más o menos cuando tenía su edad, yo empecé a decir lo mismo. Mi viejo me ofreció llevarme a Radio Rivadavia (todas las noches escuchábamos La Oral Deportiva), pero a mí no terminaba de redondearme la idea. No era ese periodismo el que yo quería hacer. Entonces, cuál? No sabía. Pero me doy cuenta que mi padre, aunque de casualidad, me estaba aconsejando de la mejor manera. Sin saber que, por lo general (y en ese lugar y esa época) el periodismo se empezaba por los deportes.
Ahora pienso cómo se hubiera implementado todo el operativo. Vivíamos en Virreyes, no teníamos auto, mi padre tenía horarios rotativos y se levantaba muy temprano a la mañana. Mi madre jamás abandonaba la casa, salvo para ir de visita a lo de algún pariente. Para ella, Belgrano ya era El Centro, donde la gente vivía alocadamente y había mucho ruido.
Estudiaba inglés a cinco cuadras de mi casa, y mi viejo me iba a buscar cuando salía de noche. (las siete?) No lo sabía entonces, pero disfrutábamos de esa caminata. Volvíamos en silencio la mayoría de las veces, aspirando el aire fresco, mientras escuchábamos los perros que ladraban, invisibles. En esa época, ése era el mayor peligro: que te ataque un perro.
No sé dónde estaba Radio Rivadavia en esos tiempos, pero sin duda hubiera sido prácticamente imposible ni siquiera empezar a trabajar. Ni teléfono teníamos. Pero mi viejo se ofreció. No una, sino varias veces.
Después, lo del periodismo se me diluyó, aunque nunca totalmente. Todavía hoy me siento una especie de periodista, orgulloso de su hijo, posible periodista.