miércoles, 26 de enero de 2011

Cómo recuerdan los muertos algunas frutas

Ciruelas claudias
Salíamos a buscarlas todos los años en el mes de agosto. Y muchas veces nos decepcionaban. O estaban demasiado secas, fibrosas, o demasiado blandas, casi pochas.
La mayoría no merecían siquiera un bocado, porque sólo tocándolas sabías que no tenían la temperatura apropiada, una temperatura que no se medía en grados centígrados o Fahrenheit: la temperatura de un tipo particular de frescor soleado.
El chico tiene entre ocho y diez años y medio, la edad de la independencia, antes de que empiece a presionar la adolescencia. El chico coge la ciruela en la mano, se la lleva a la boca, la muerde, y la fruta es una flecha que entra hasta el fondo de la garganta con una promesa.
¿Qué promete? Algo que todavía no tiene nombre y que él no tardará en darle. Saborea una dulzura que ya no tiene nada que ver con el azúcar, sino con una extremidad que se prolonga y se prolonga y parece que no acaba nunca. La extremidad pertenece a un cuerpo que él sólo ve con los ojos cerrados. El cuerpo tiene tres extremidades más y un cuello y unos tobillos como los suyos, salvo que está del revés. Por la extremidad sin fin fluye una savia -la saborea entre los dientes-, la savia de una pálida madera sin nombre, que él llamará árbol-chica.
Bastaba con que una ciruela de cada cien nos lo recordara.
Aquí nos vemos

lunes, 24 de enero de 2011

La Grande

El conjunto de lo existente es como el barco de Teseo, que, según Plutarco, como había transportado desde Creta a los jóvenes rehenes que el héroe salvó del sacrificio, fue conservado por los atenienses durante muchos siglos en carácter de reliquia. Pero como los años la iban desgastando, le sacaban las tablas que estaban demasiado viejas y las reemplazaban con otras nuevas que pasaban a integrar el conjunto.
Estas reparaciones se hicieron muchas veces. Por eso, cuando los filósofos de Atenas discutían sobre la noción de crecimiento, el barco de Teseo constituía un ejemplo controvertido: unos sostenían que seguía siendo siempre el mismo y otros, que ya no lo era.

jueves, 13 de enero de 2011

La vida es muerte

Todos los días, a cada minuto, la muerte te rodea. Muerte animal, muerte vegetal, muere la ilusión.
Pero eso es sólo una parte del proceso. Una manera de describirlo. Hay más que eso. Porque con cada muerte hay un reinicio.
Cada comienzo tiene un final y a su vez ese final es sólo una parte de la historia.
No voy a hablar de esperanza y deseos.
Simple sensatez. Intentar ver más allá.
No quedarte con un resultado. Participar de la dinámica.